sábado, 6 de febrero de 2010

Sobre el razonamiento de la propia escritura


Coleridge sostenía que el poeta no debería hacer ningún razonamiento sobre su obra, ni mucho menos esbozar una teoría que intente explicar lo que entraña la creación de ese poema. Si prestamos atención que estas ideas fueron esbozadas en el siglo XIX probablemente nos resulten extraños los constantes escenarios que se elevaron en torno al acto de escribir poesía, desde dramatizaciones con acompañamiento de música hasta cubículos donde los poetas escriben mientras ocasionales visitantes los “espían” a través de ventanales.
Los blogs han alimentado esta necesidad de plantear espacios objetivos que intentan, en ocasiones vanamente, tornar transparente la opacidad de un trance. Creo que lo que se termina generando es una ensayística imbricación de esbozos secundarios que terminan justificando el surgimiento de nuevos géneros literarios, algo que en la multiplicación dispar de la red puede causar un anquilosamiento de la literatura o tal vez una usina en constante expansión, en especial para la poesía filosófica.
Que un escritor acepte reportearse a sí mismo es parte de la literatura anquilosada de la que hablo. Probablemente, por mero divertimento, a ciertos escritores les baste la idea de congraciarse utilizando ocasionales espejos, y de ese modo generar un acercamiento subjetivo a una obra distante de tales ejercicios.
En todo caso, la verdadera literatura, estará ausente.

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