La canción me la guardo para otra ocasión.
La hora se sumerge como tiburón en las
negras profundidades,
y no hay tiempo para la canción
ni para la discusión,
ni para el fuego que hubo que dejar para mañana.
Las uñas crecen como las moscas
y las moscas vuelan sobre la vida.
Asisto por fragmentos a los pormenores de la obra que intento dilucidar. Deambulo en sus textos, ahora que la posteridad ha empezado para Ricardo Zelayarán, no tengo otra opción que una aproximación subjetiva subrayada por construcciones ajenas. Como bien dice el poeta Daniel Freidemberg "la cuestión acá es la poesía, no el mito".
Zelarayán se presentaba de esta manera en las contratapas autobiográficas de sus primeros libros:
“Narrador, poeta y panfletista anónimo. Entrerriano de nacimiento y para siempre salteño-tucumano de tradición y santiagueño de vocación, exiliado desde hace años en Buenos Aires. Conserva intacta su cuota de provinciano resentido y mantiene firme su condición de marginal casi inédito.”
Bien vale para entender muchos de sus versos esta definición de sí mismo, pero esencialmente su derrotero como poeta en las periferias de los marginales contextos literarios. Por años se lo leyó en fotocopias y en algún que otro libro agotado, leer sus poemas permite entender el porqué de algunas estéticas que surgieron en la Poesía Argentina de los 90, escrituras que establecieron un modo de escudriñar lo que acontece y tornarlo poema. De alguna u otra manera, preparó el camino por donde divagarían agradecidos poetas como Fabián Casas, Martín Gambarotta o Washington Cucurto.
En muchos casos a Zelarayán se lo ha leído desde lo que se ha logrado reunir en torno a sus papeles, como un gran texto que se puede unir aisladamente a una idea de unidad que no existe. Como escritor se apartó lo suficiente para crear a oscuras, a la vez que su figura de poeta maldito o marginal se hilvanaba a sí misma en el ocasional recuerdo de quienes lo conocieron, ofreciendo trazos al propio mito.
Probablemente las generaciones venideras encuentren modos de conceptualizar su poesía, en tanto construcción de un tiempo y una estética. Abruma pensar el día después de esas lecturas.
La decisión
No me lo preguntés.
Si usted no tiene nada que hacer no lo haga
aquí.
¿Usted o yo?
¿Yo o vos?
Las ganas no se dan así nomás.
No se dan árboles de ganas
como el árbol que da las manzanas
ni como los peces del árbol inmenso del
mar.
¿Vieron?
¿Viste?
Vestido de punta en blanco,
listo para tomar el barco,
listo para el olvido,
mustio como la última gota de vino
que crece como las semillas
(eso es lo que vos te creés).
Pero creer no es crear...
La gota de vino se muere por la sal del
desierto.
Una hamaca liviana, con vista al río,
el río que crece,
que crea orillas para ser río...
(¿pero él lo sabe?).
El cigarrillo medita por uno,
naturalmente con humo,
vive sus horas de humo,
vive acostado,
junto al río.
No hay desplantes
cuando aquí me planto
en medio de bolsas de humo.
La mar de caricias me resbala...
pero escucho el río.
!Sí! el río que me enseñó las caricias.
El río vacila
(aquí no hay vacilaciones: si el río
vacila, hay río encerrado!).
Un canasto siente nostalgia de los tomates
rojos
y espera,
una espera que lo llenará de acelga,
de espinaca,
de melones,
!para que se olvide de la nostalgia!
Hoy justamente me olvidé como se arrancan
los cabellos,
los cabellos de los árboles,
de las piedras,
del río,
de las chispas que saltan de las piedras.
Hoy los recuerdos viajan en jet,
porque estamos en el siglo XX
y todavía hay piedras que duermen de día y
de noche,
desde el siglo XV,
junto al mismo río,
esperando al príncipe de la Bella Durmiente
o a "la mano de hierro que las llame a
la realidad"
como un llamado telefónico urgente pero
equivocado...
Los equivocados no necesitan teléfonos
porque los cabellos se asoman por todas partes,
cuando esperan...
pero nadie espera para crecer
(si lo dejan).
!Pero a mí si me dejan llego!
¿O me quedo?
¿Qué significa quedarse junto al río,
o irse del lado de los tomates rojos que
esperaba el canasto?
El canasto que flota en la creciente
junto a la mesa
y la cama
y los cigarrillos,
mojados naturalmente...
y el humo fugitivo y ruiseño.
Una hamaca con los cabellos,
cabellos de humo junto al río,
un río envuelto con el papel de las
manzanas,
y dulcemente dedicado.
Porque el río es bocas, manzanas, piel,
acelga, espinaca...
¿Y el pobre canasto?
¿Yace o no yace?
¿Yace o no nace?
No.
Murió ayer por decisión municipal.
El duelo se despedirá por tarjeta.
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