domingo, 30 de enero de 2011

Variaciones en torno a lo creado

Alguien mató algo…

L. Carroll

Una idea es desarticulada de su raíz, luego prorrumpen los meros anacronismos, las conjunciones pictóricas, algún que otro adjetivo (que tipos como Hemingway recomendaban no utilizar), los planos se esparcen, bosquejos de imágenes se dispersan como colores en una tela desgarrada, algunos vislumbres acontecen, el poeta prosigue su poema, establece variables en torno a una estructura circunstancial, enramados que claman por cohesionar atisbos, presunciones, divagaciones, lamentos, ensoñaciones, ecuaciones.

Todo parece cuadrar en este escenario, puede habitarse el devenir de una asolación, un cielo poblado de nubarrones, pronto las líneas lumínicas son desestimadas, se proyecta un plano sobre otro, cobra significado el hilo del ovillo sin tensar, alcanza ribetes enhebrados por la belleza, al poco tiempo calla, dormita quejumbrosamente, bajo una lluvia de cuchillos que pintan de negro el estallido de un atardecer.

Luego es abierto el cajón de los pinos hachados en tiempos pretéritos, entra luz, desaparecen piélagos, alas, coloraturas, algunas palabras hilvanan nuevas esferas que se entrelazan con el círculo del primer movimiento, la raíz deja entrever tejidos de lo inmutable (lo es en esencia, solo variarán cuestiones estéticas, meros tratos con la armonía), el poeta se posa en un horizonte que le pertenece, de el corresponden los diagramas y los entuertos, las edificaciones, las tempestades.

Pronto se sabrá alejado, pensando en lo próximo, otros lo frecuentarán tardíamente, desde una periferia sin nombre.

El dormirá despierto, mientras tanto.

Como un lobo en medio de un bosque rodeado de máquinas.

El complicado problema de la sentencia.


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