Porqué será que algunos hechos perduran en la memoria.
Una vez, estando en el patio trasero de la casa materna, jugábamos con mi
hermano arrojando piedras entre los yuyos y las macetas, había un tanque de
agua que en cierto modo obstaculizaba nuestro pequeño universo, el calor era
insoportable, hacía días que no llovía y fue entonces que mi hermano me
preguntó algo que el tiempo no pudo hacer olvidar ¿por qué no haces que
llueva?, le pedí quedarme solo, tendría 7 años, me arrodillé en el tanque
de agua y rogué al cielo que lloviera.
Vaya a saberse porqué ciertas variables se manifiestan
en una etapa de tanta pureza, porque a las pocas horas el milagro sucedió,
estaba lloviendo, todo se llenó de agua...
Desde entonces me creí alguien especial.
Aún sigo viendo a ese niño, a
través de los invencibles sueños infantiles, en el sol de aquella tarde, que
entibiaba la parte alta de los muebles, mientras las nubes parecían barquitos
de papel, de esos que andan en los estanques, empujados como en un susurro por
la brisa del verano.
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