sábado, 22 de septiembre de 2012

Las elementales razones


El otro día caí en la cuenta de que hace tiempo no leo lo suficiente, me detuve con la mirada en las baldosas del suelo mientras asumía no haber leído a los rusos, tampoco los fragmentos de aquella generación "beatnik" cuyas marginales voces solo entrecrucé en ocasiones imprecisas, mismo Virgilio ya se ha transformado en una resignada cuenta pendiente, es entonces cuando pienso que para frecuentar esas lecturas debería alterar mis rutinas laborales y académicas, porque hay un núcleo fuera de todo eso que quiero conservar, y es aquel que comparto con mi familia, como cuando llego a casa y me detengo, dejando con desdén el cotidiano vértigo, ansiando ser lo que no fui, y es entonces que deja de importarme la computadora del trabajo, los autos lisérgicos que parecen bufar sobre el asfalto caliente, las personas que esperan la impavidez del semáforo, el sol iluminando con mansedumbre la sombra de una espalda cansada...

Hundirse dócilmente en unos brazos que esperan, debería ser esa la verdadera vida, ver como cae la tarde, el crepúsculo que cubre los malvones y la hiedra, las alegrías del hogar, los crisantemos, las plantas que cuelgan con su oro, sentir que el silencio me pertenece…

Porque la vida se me va pasando, atravesando planos que no habito.
Porque después de todo me doy cuenta que soy uno más en esta historia.

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