Allí donde intento
indagar sobre poetas argentinos encuentro siempre su nombre, aquellos que han
sido etiquetados como “poetas de los 90’” lo citan con devoción, sin ir más
lejos, Alejandro Rubio ha dicho en alguna oportunidad que se trata del “mejor
poeta argentino” que ha conocido, de quien hablo es Osvaldo Lamborghini,
recientemente pude adquirir su antología, titulada “Osvaldo Lamborghini: poemas1969-1985” bajo la cuidada edición de César Aira [Editorial Sudamericana,
2004].
Por cierto no deja de ser llamativo que también su hermano, Leónidas Lamborghini, ha sido aclamado como un gran poeta, caso singular si los hay, de poetas hermanos ambos reconocidos por la crítica literaria.
El libro no tiene
desperdicio, es ingresar en largos pasillos de escrituras prosaicas, incluyendo
manuscritos inéditos, se dice del autor que continuamente escribió hablando
consigo mismo, la edición de Aira tiene una virtud, no hay prólogo, no hay
presentación, solo poemas de un poeta desconcertante, que en algún punto
escribe sobre el sentido de escribir.
Aquí un poema
dedicado a Néstor Perlongher, Nocturno.
Fibras de oro, ¡eso
era!
El buey torcido y la
aurora:
Nace la aurora
¡resplandeciente!
Pero lo que hoy no
es el amparo
¡de tu mirar!
Y si no es no es
(...si no es el amparo de tu
mirar...)
El sabio Negro
agoniza, hermano.
¡Miles de pirulos!
Señores argentinos, y no
¡citoyens
du monde!
El falo: fálico, y
la frase
¡frástica!
Aforismo sen Buenos
Aires, y dónde si no
¡mi alma!
La callecita de
perfil y la Noche ya madura para el símbolo:
Gardel lloraba y se
comparaba con Lázaro
Porque el arte –él
decía– es la resurrección de los muertos.
Nace la aurora
(fuma, fuma)
Y yo estoy en pie
para sentarme
–...nace la
aurora...resplandeciente... –
El estilo, un vuelo
de perdiz.
Un desliz.
Un tropezón...
Con la propuesta –de
piedra– de no ser alusivo
Me convertí cada vez
más en alusivo y alusivo y alusivo,
Y alusivo:
No
versa de nada.
¡nace la aurora!
¡Si yo pudiera
cantar!
Resplandeciente.
La sombra de una
lágrima
¡la
sola sola sombra de una lágrima!
¿Cómo se acentúa?
Y cada vez menos
decir menos.
Y cada vez (¡por
favor!)
Más una lengua
blanca como la leche.
Cayol: –¡Un
cotorrito blanco como la nieve!
Bicharraquear
–kafkianamente–
Porque las cosas
groseras les pasan a los seres delicados.
8 de diciembre, 1980.
No hay comentarios:
Publicar un comentario