sábado, 13 de abril de 2013

La poesía interminable


Allí donde intento indagar sobre poetas argentinos encuentro siempre su nombre, aquellos que han sido etiquetados como “poetas de los 90’” lo citan con devoción, sin ir más lejos, Alejandro Rubio ha dicho en alguna oportunidad que se trata del “mejor poeta argentino” que ha conocido, de quien hablo es Osvaldo Lamborghini, recientemente pude adquirir su antología, titulada “Osvaldo Lamborghini: poemas1969-1985” bajo la cuidada edición de César Aira [Editorial Sudamericana, 2004].

Por cierto no deja de ser llamativo que también su hermano, Leónidas Lamborghini, ha sido aclamado como un gran poeta, caso singular si los hay, de poetas hermanos ambos reconocidos por la crítica literaria.

El libro no tiene desperdicio, es ingresar en largos pasillos de escrituras prosaicas, incluyendo manuscritos inéditos, se dice del autor que continuamente escribió hablando consigo mismo, la edición de Aira tiene una virtud, no hay prólogo, no hay presentación, solo poemas de un poeta desconcertante, que en algún punto escribe sobre el sentido de escribir.

Aquí un poema dedicado a Néstor Perlongher, Nocturno.

Fibras de oro, ¡eso era!
El buey torcido y la aurora:
Nace la aurora ¡resplandeciente!
Pero lo que hoy no es el amparo
                                ¡de tu mirar!
Y si no es no es
                (...si no es el amparo de tu mirar...)
El sabio Negro agoniza, hermano.
¡Miles de pirulos!
                Señores argentinos, y no
                                ¡citoyens du monde!
El falo: fálico, y la frase
                ¡frástica!
Aforismo sen Buenos Aires, y dónde si no
                ¡mi alma!
La callecita de perfil y la Noche ya madura para el símbolo:
Gardel lloraba y se comparaba con Lázaro
Porque el arte –él decía– es la resurrección de los muertos.

Nace la aurora (fuma, fuma)
Y yo estoy en pie para sentarme
–...nace la aurora...resplandeciente... –
El estilo, un vuelo de perdiz.
Un desliz.

Un tropezón...

Con la propuesta –de piedra– de no ser alusivo
Me convertí cada vez más en alusivo y alusivo y alusivo,
Y alusivo:
                                No versa de nada.
¡nace la aurora!
¡Si yo pudiera cantar!
Resplandeciente.

La sombra de una lágrima
                                ¡la sola sola sombra de una lágrima!
¿Cómo se acentúa?

Y cada vez menos decir menos.
Y cada vez (¡por favor!)
Más una lengua blanca como la leche.
Cayol: –¡Un cotorrito blanco como la nieve!
Bicharraquear –kafkianamente–

Porque las cosas groseras les pasan a los seres delicados.

                                                                                         8 de diciembre, 1980.

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