jueves, 11 de julio de 2013

Las casas...


“vaya con la casa, que despide viento
Luis Alberto Spinetta


Los sordos
Viviana Abnur

La casa que compré me dijeron
fue la casa de los sordos
donde la madre murió enferma en una pieza

cuando ella se marchó todos se fueron
dejando la casa intacta

me recibió la ropa de la muerta en el ropero
sus fotos enmarcadas en la pared
las cremas de belleza vencidas
en el botiquín del baño

voy a vaciar esta casa
voy a abrir los cajones hurgar detrás
la casa de los sordos
será mi casa

las piedras de Gretel siempre dieron
con un bolsillo agujereado.

Salvando las distancias, y los contextos, encontré cierta reminiscencias de este poema de Viviana Abnur con un poema que había leído de Tomas Tranströmer, el mismo se titula “la casa azul”. No tratan el mismo tema, pero algo, un hilo tal vez, une la extraña necesidad de ocupar un lugar, de proseguir en un sitio, la casa de los otros que es también la casa nuestra. En el poema, Tranströmer sospecha que  hay una vida que es como barco gemelo a la vida que invariablemente vivimos.
Intuyo que la casa azul puede ser la casa de los sordos, en todo caso, limito la intervención a un bosquejo liviano y a un ligero entendimiento de lo leído.
Como sea, un buen pretexto para incluir al gran poeta sueco en esta divagación.

La casa azul
Es una noche de sol radiante. Estoy en el denso bosque y miro hacia mi casa con sus paredes de azul brumoso. Como si hubiese muerto recientemente y mirase la casa desde un nuevo ángulo.
Lleva allí más de ochenta veranos. Su madera ha sido barnizada cuatro veces con alegría y tres con tristeza. Cuando alguno de los que han vivido allí muere, se vuelve a pintar. El muerto pinta, sin pincel, desde adentro.
Del otro lado, es campo abierto. Antes un jardín que ahora se ha vuelto salvaje. Inmóviles resacas de mala hierba, pagodas de mala hierba, texto arrollador, los upanishad de mala hierba, una flota vikinga de mala hierba, cabezas de dragón, lanzas, ¡un imperio de mala hierba!.
Sobre el jardín salvaje revolotea la sombra de un bumerán que es arrojado una y otra vez. Esto tiene que ver con uno que vivió en la casa mucho antes que yo. Casi un niño. De Él sale un impulso, un pensamiento, una voluntad: “crea...dibuja...”. Para tener tiempo de escapar de su destino.
La casa se parece a un dibujo infantil. Una infantilidad provisoria que surgió porque alguien, demasiado pronto, renunció a la misión de ser niño.
¡Abre la puerta, entra! Aquí dentro hay inquietud en el techo y paz en las paredes. Sobre la cama cuelga un cuadro de aficionado que representa un barco con diecisiete velas, espumeantes crestas de olas y un viento que el marco dorado no puede contener.
Es siempre tan temprano aquí dentro, es antes de la encrucijada, antes de las elecciones irrenunciables ¡Gracias por esta vida!. No obstante, carezco de alternativa. Todos los bocetos quieren llegar a ser reales.
Un motor en el agua, muy lejos, dilata el horizonte de la noche de verano. Alegría y tristeza se hinchan en la lupa del rocío. Nosotros, en realidad, no lo sabemos, pero lo sospechamos: hay una vida que es como barco gemelo a la nuestra, que sigue una ruta totalmente distinta. Mientras el sol arde tras las islas.

                                                                           De "el cielo a medio hacer", Tomas Tranströmer


A modo de epílogo tardío, acerco una epifanía de Héctor Viel Temperley, el poeta que comulgaba en el mar, aquel que dijo en sus versos “Pienso un poco en mi casa. No, nunca tuve casa. / Pienso un poco en mis hijos. / Mis hijos son mi casa / como estas estrellas son la casa / de mis ojos...”
(Plaza Batallón 40 – 1971)

Casas
A lo mejor las casas
son el reino
de Dios sobre la tierra
para algunos;
A lo mejor algunos
son el reino
de Dios sobre las casas,
como tiendas.

Acaso Dios es casa,
acaso es tienda:
Tienda nomás, no casa.
no hay hacia Dios caminos
ni es casa con terrazas
para mirar desde allá arriba
casas.

Acaso el hombre quiere
volar nomás en medio
de la tienda de Dios,
tomado de la pobre
camisa azul de Dios,
con los ojos cerrados.

Acaso son las llagas
del hombre las que quieren
un Dios así, que deje
pasar la lluvia y vuele
alegre hacia su casa.

Acaso Dios es casa.

Nota: la imagen, tomada en el mítico Cabo Polonio, pertenece al grupo Perota Chingo                                                                                  

4 comentarios:

  1. Hace tiempo sigo este blog, siempre estimulante, hoy particularmente inspirador. Ojalá siga fluyendo.

    Carlos

    http://blog-win-en-el-viento.blogspot.com.ar/

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  2. Estimado
    Se agradece el comentario, es lo que trato que ocurra, que fluya la poesía, hacer un trabajo con las palabras.
    Abrazo.

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  3. Si supieras...
    Nunca más acertado el epígrafe de Spinetta.
    Gracias Daniel!

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  4. Fue un gusto haber divagado con estos textos Viviana, que sigas bien.
    Saludos!

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