“vaya
con la casa, que despide viento”
Luis
Alberto Spinetta
Los
sordos
Viviana
Abnur
La
casa que compré me dijeron
fue
la casa de los sordos
donde
la madre murió enferma en una pieza
cuando
ella se marchó todos se fueron
dejando
la casa intacta
me
recibió la ropa de la muerta en el ropero
sus
fotos enmarcadas en la pared
las
cremas de belleza vencidas
en
el botiquín del baño
voy
a vaciar esta casa
voy
a abrir los cajones hurgar detrás
la
casa de los sordos
será
mi casa
las
piedras de Gretel siempre dieron
con
un bolsillo agujereado.
Salvando
las distancias, y los contextos, encontré cierta reminiscencias de este poema
de Viviana Abnur con un poema que había leído de Tomas Tranströmer, el mismo se
titula “la casa azul”. No tratan el mismo tema, pero algo, un hilo tal
vez, une la extraña necesidad de ocupar un lugar, de proseguir en un sitio, la
casa de los otros que es también la casa nuestra. En el poema, Tranströmer
sospecha que hay una vida que es como
barco gemelo a la vida que invariablemente vivimos.
Intuyo
que la casa azul puede ser la casa de los sordos, en todo caso, limito la
intervención a un bosquejo liviano y a un ligero entendimiento de lo leído.
Como
sea, un buen pretexto para incluir al gran poeta sueco en esta divagación.
La
casa azul
Es
una noche de sol radiante. Estoy en el denso bosque y miro hacia mi casa con
sus paredes de azul brumoso. Como si hubiese muerto recientemente y mirase la
casa desde un nuevo ángulo.
Lleva
allí más de ochenta veranos. Su madera ha sido barnizada cuatro veces con
alegría y tres con tristeza. Cuando alguno de los que han vivido allí muere, se
vuelve a pintar. El muerto pinta, sin pincel, desde adentro.
Del
otro lado, es campo abierto. Antes un jardín que ahora se ha vuelto salvaje.
Inmóviles resacas de mala hierba, pagodas de mala hierba, texto arrollador, los
upanishad de mala hierba, una flota vikinga de mala hierba, cabezas de
dragón, lanzas, ¡un imperio de mala hierba!.
Sobre
el jardín salvaje revolotea la sombra de un bumerán que es arrojado una y otra
vez. Esto tiene que ver con uno que vivió en la casa mucho antes que yo. Casi
un niño. De Él sale un impulso, un pensamiento, una voluntad: “crea...dibuja...”.
Para tener tiempo de escapar de su destino.
La
casa se parece a un dibujo infantil. Una infantilidad provisoria que surgió
porque alguien, demasiado pronto, renunció a la misión de ser niño.
¡Abre
la puerta, entra! Aquí dentro hay inquietud en el techo y paz en las paredes.
Sobre la cama cuelga un cuadro de aficionado que representa un barco con
diecisiete velas, espumeantes crestas de olas y un viento que el marco dorado
no puede contener.
Es
siempre tan temprano aquí dentro, es antes de la encrucijada, antes de las
elecciones irrenunciables ¡Gracias por esta vida!. No obstante, carezco de
alternativa. Todos los bocetos quieren llegar a ser reales.
Un
motor en el agua, muy lejos, dilata el horizonte de la noche de verano. Alegría
y tristeza se hinchan en la lupa del rocío. Nosotros, en realidad, no lo
sabemos, pero lo sospechamos: hay una vida que es como barco gemelo a la nuestra, que sigue una ruta totalmente distinta. Mientras
el sol arde tras las islas.
De "el cielo a medio hacer", Tomas Tranströmer
De "el cielo a medio hacer", Tomas Tranströmer
A
modo de epílogo tardío, acerco una epifanía de Héctor Viel Temperley, el poeta que
comulgaba en el mar, aquel que dijo en sus versos “Pienso un poco en mi
casa. No, nunca tuve casa. / Pienso un poco en mis hijos. / Mis hijos son mi
casa / como estas estrellas son la casa / de mis ojos...”
(Plaza
Batallón 40 – 1971)
Casas
A
lo mejor las casas
son
el reino
de
Dios sobre la tierra
para
algunos;
A
lo mejor algunos
son
el reino
de
Dios sobre las casas,
como
tiendas.
Acaso
Dios es casa,
acaso
es tienda:
Tienda
nomás, no casa.
no
hay hacia Dios caminos
ni
es casa con terrazas
para
mirar desde allá arriba
casas.
Acaso
el hombre quiere
volar
nomás en medio
de
la tienda de Dios,
tomado
de la pobre
camisa
azul de Dios,
con
los ojos cerrados.
Acaso
son las llagas
del
hombre las que quieren
un
Dios así, que deje
pasar
la lluvia y vuele
alegre
hacia su casa.
Acaso Dios es casa.
Nota: la imagen, tomada en el mítico Cabo Polonio, pertenece al grupo Perota Chingo
Acaso Dios es casa.
Nota: la imagen, tomada en el mítico Cabo Polonio, pertenece al grupo Perota Chingo
Hace tiempo sigo este blog, siempre estimulante, hoy particularmente inspirador. Ojalá siga fluyendo.
ResponderEliminarCarlos
http://blog-win-en-el-viento.blogspot.com.ar/
Estimado
ResponderEliminarSe agradece el comentario, es lo que trato que ocurra, que fluya la poesía, hacer un trabajo con las palabras.
Abrazo.
Si supieras...
ResponderEliminarNunca más acertado el epígrafe de Spinetta.
Gracias Daniel!
Fue un gusto haber divagado con estos textos Viviana, que sigas bien.
ResponderEliminarSaludos!