domingo, 28 de julio de 2013

La higuera de Jesús...

Este verano, pese a la incesante lluvia
los higos respondieron
con toda la dulzura que esperábamos de ellos.
Con pájaros y avispas despoblamos hasta la saciedad
la inocente riqueza de la higuera.
Cuando por fin el sol
inundó de verde el valle de la promesa
y se gestaba la amenaza de este mundo
la higuera seguía allí, desmintiendo,
en su delicada justicia
la ciega maldición
que en un rapto de malhumor
le escupió de costado la boca de Nuestro Señor Jesucristo.

                                                        De Joaquín Giannuzzi, 
                                                        La Higuera

Este poema de Joaquín Giannuzzi ofrece una mirada piadosa del antiguo árbol, acercando entre los versos el pasaje bíblico que dejó perplejos a numerosos creyentes, se trata del milagro más extraño que Jesús realizó en su vida, que según el Evangelio de Marcos, fue el de maldecir y secar una higuera. Hay algo de incomprensión en el hecho, Giannuzzi lo reduce a un rapto de malhumor, sin embargo José Saramago planteó una complejidad mayor de la que escondía el simple y desapercibido acto de condenar a un árbol porque este no dio fruto. Bajo un tono crítico, llegó a decir que “los evangelistas cuando se limitaron a escribir que Jesús maldijo la higuera, parece que debiera bastarnos la información y no nos basta, no señor, porque, pasados veinte siglos, no sabemos aún si el árbol desgraciado daba higos blancos o negros, tempranillos o tardíos, de capa-rora o gota-de-miel, no es que con esta carencia vaya a padecer la ciencia cristiana, pero la verdad histórica seguro que sufre.”

Que nunca nadie coma frutos de ti
Tales fueron las palabras proferidas por el ungido, la circunstancia muestra un costado “humano” de Jesús, o al menos la idea de un acto humano, una reacción impropia de quien fuera reconocido precisamente por su misericordia. En este punto, los teólogos, además de asumir que el relato resulta incómodo para la Iglesia, comparten sin embargo una interpretación simbólica de lo sucedido, sostienen que “la higuera en la Biblia es un símbolo del pueblo de Israel. En efecto, desde muy antiguo se aplica la metáfora de la higuera al pueblo de Dios. Por ejemplo, el profeta Oseas llama a los israelitas “fruto temprano de la higuera” (Os 9,10). Isaías los denomina “los primeros higos de la temporada” (Is 28,4). Jeremías los compara con una canasta de higos maduros (Jr 24,1-10). Miqueas se lamenta porque Israel es una higuera vacía y sin frutos (Miq 7,1). El Cantar de los Cantares asemeja a la amada con una higuera madura y fecunda (Ct 2,13).
¿Por qué era tradicional emplear en el Antiguo Testamento la imagen de la higuera como figura del pueblo de Israel? Quizás porque, como afirma el historiador judío Flavio Josefo, la higuera en Galilea era el árbol más fecundo que existía; llegaba a dar frutos durante ¡diez meses al año! Es decir, prácticamente siempre. Era tal su fertilidad, que el Talmud dice: “Así como cada vez que uno va a buscar higos los encuentra, cada vez que uno busca sabiduría en la Palabra de Dios la encuentra”.
Los judíos también se consideraban un pueblo fecundo en obras buenas, y por eso terminaron comparándose con la higuera. Es decir, la maldición de la higuera en realidad encierra una condena o reprobación contra el pueblo de Israel”.

Resulta interesante en este caso una lectura que encierra la complejidad de las parábolas con las cuales se abrió camino el nazareno entre sus hermanos. El hambre de Jesús simboliza sus ansias por hallar frutos en una institución que se había vuelto vacía e inútil. Que no fuera tiempo de higos es una ironía hacia un organismo que se creía con derecho a tener temporadas infecundas, y sobre todo que se hubiera secado “de raíz” representa la ineficacia total de esa antigua institución judía.

Sin embargo, si Jesús intuía que Israel como institución se había vuelto vacía e inútil ¿porqué buscar sus frutos? ¿acaso la doctrina que pregonaba y buscaba– el salvador no era antagónica al modelo existente? ¿por qué entonces aferrarse precisamente allí donde todo era irremediablemente infecundo?

A veces pienso que se trató de una aseveración, simbólicamente Cristo buscó el árbol sabiendo que no iba a dar fruto, y lo maldijo públicamente, y lo secó, para que entre sus apósteles se cumpliera la sentencia. Sin embargo, según las escrituras, el Dios de Israel era el “padre” de Jesús, si la higuera simbolizaba el pueblo judío, entonces Dios como representante estaba ausente de dicha tierra. Otra opción es suponer que Jesús quiso demostrar que algo nuevo debía suceder,  incluyendo la idea misma de Dios, y arrancar de raíz el símbolo histórico iniciaba de algún modo su reino político y espiritual.

En ocasiones ocurre, alguien que necesita de la fe, sube las escaleras de una iglesia buscando respuestas dentro del recinto, no se sabe si respuestas teológicas o de carácter filosófico, pero entonces la puerta de entrada porque ya es la hora– se cierra en la cara sin permitir el paso. Allí se debería saber, si acaso es pertinente la lectura, que en aquel sitio no pueden encontrar la respuesta, y entonces solo queda bajar las escaleras y seguir caminando.

De algún modo es lo que Jesús hizo, luego de maldecir la higuera, y secarla de raíz, siguió caminando, y desde entonces la historia se cuenta antes y después de su nacimiento.


Nota: el poema pertenece al libro "un arte callado", de Joaquín Giannuzzi [Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2008]

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