viernes, 26 de julio de 2013

Poeta de la melancolía...

Mi amor maravilloso como la piedra insensata
Esa palidez que tú juzgas ligera
Tanto te extravías de mí para volver
A la hora en que el sol y nosotros dos hacemos una rosa
Nadie ha debido encontrarla
Ni el cazador furtivo ni la esbelta amazona que habita
Las nubes
Ni ese canto que anima las habitaciones perdidas
Y eras esa mujer y tus ojos mojaban
De aurora el llano del cual eras la luna
                                                                              Georges Schehadé

Hay algo que el poeta Rodolfo Alonso suele reiterar: “La patria de los poetas es su lengua
El caso de Georges Schehadé es un tanto particular: de origen libanés, y nacido en Alejandría (Egipto) el 2 de noviembre de 1905, Schehadé puede ser considerado asimismo, por su formación y por su idioma, un poeta francés. Pero como dice Rodolfo Alonso “un francés en cuya obra no resulta difícil descubrir el relumbre de la gracia misteriosa de Oriente”.

Hay una melancolía que sobrevuela su poemario, recogido con simpleza, como agua clara a la luz del sol. Se lo consideró un surrealista, y probablemente lo haya sido, de hecho André Bretón lo recibió con entusiasmo cuando publicó sus poemas en la revista Commerce.
En buena parte de sus poemas se percibe un lirismo donde queda al descubierto el recuerdo de la infancia, o tal vez la infancia misma, que como se ha dicho, es la patria del hombre, todo en el trasluce bajo un manto de nostalgia que es también un modo piadoso de cubrir aquel pasado.

Leerlo es como estar en un tránsito apacible, con dulces opacidades bajo una brisa acogedora.
Es en esa calma donde es preciso situar la lectura, donde de algún modo siempre se filtra la luz de algún crepúsculo.

Para mayores lecturas se recomienda los “Poemas de George Schehade”, con selección, traducción y notas de Rodolfo Alonso.

Vaya como despedida otro de sus versos.

La lluvia más dulce que rebaños ocres
El agua más blanca sobre sus hombros que la desgracia
Yo no sé si es un signo o una tortura
Esa voz en mi infancia como una manzana

Hay una gran miseria en las aldeas

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