domingo, 21 de julio de 2013

Quedarse...

Varias veces me lo cuestioné, sin embargo había un impulso más fuerte, la necesidad de no salir ese sábado con los amigos, porque en el cajón del escritorio había unas hojas en blanco y sobre la mesa una biromen negra, entonces iba a la cocina a buscar una botella de vino y una copa, y mientras bebía me entregaba a la escritura con cierta calma. Escrituras arborescentes, que no tenían un punto de desarrollo sino más bien representaban una fuga impar, un dejar que fluya la prosa cuando no sabía bien cuál era el tono indicado para desarrollarla. Cada tanto la noche devolvía ladridos de perros solitarios, el caño de escape de un auto que pasaba a toda velocidad, las conversaciones estentóreas de los ocupantes, la televisión apagada, el sonido leve del bolígrafo en el papel, las variaciones abruptas, absortas, el no poder dormir mientras fijaba la vista en la ventana, y yo que era joven, los cuadernos apilados en la repisa, los poemas nacidos a horas tardías, fragmentos de ideas inconclusas, construcciones vanas, manuscritos inabarcables

Ahora que los años pasaron, sigo pensando en aquello. Elijo quedarme, intentando resolver algunas cuestiones en esquemas de relatos, porque de algún modo escribo desde el blog cartas sin remitentes, pero estas llegan a todas partes, los textos cortos ocupan mi espacio y mi extraño sentido de pertenencia. Intento crear sistemas donde los vaivenes evanescentes encuentren la forma de una meseta, pero suelo divagar en los prados donde conservé las huellas de pisadas de la infancia. Siempre vuelvo, no hay en estos retornos atardeceres melancólicos, abundan las tonalidades ambarinas y las opacidades en tonos pasteles, paso raudo entremedio del sol y las margaritas, escucho el ruido de la hierba y de juncos en el viento, cruzo meditabundo la cerca de listones amarillos, a través de la brisa de los limones y los naranjos, donde todo es apacible...

Luego sé que a la noche será tiempo de volver a casa, y entonces pensaré en los amigos que no pudieron venir.

2 comentarios:

  1. Gracias por ese hermoso escenario que describís. Realmente son esos los colores que evocás cuando viene el recuerdo, que no es otra cosa que el lenguaje de los sentmientos como dijo alguien. Saludos y te sigo.

    ResponderEliminar
  2. Agradecido del comentario Emilie, esta vez también elegí quedarme, y los colores siguen siendo los mismos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar