sábado, 24 de agosto de 2013

Ginebra con coca...

No trazo proyecciones vulgares del alcanzado estado creativo, todo eso urde apreciaciones vanas, colgajos literarios hacia vericuetos de jardines siempre abandonados, donde es evidente la ausencia del discurso intelectual, a la vez que la hiedra crece salvaje e indómita en los subterfugios de la razón. Allí el poema nace y lo demás se detiene, lo que se va bebiendo no es el vaso de alcohol, es la ida del poema sin sentido, abrazando cónclaves de bastarda ironía, sucumbiendo al desbrozar de lo imperecedero y de todo lo destilado, lo expulsado de sí, lo que no vuelve porque queda fijado en arrugados papeles, y no se entiende hacia donde se va, pero se sabe que no es posible volver, que irremediablemente lo fugado estalla en algún lugar del intelecto, y después queda ir descendiendo en la recta luminosa, dejando el pedregoso camino y callando por inercia, riendo de los lentos actores que caminan a nuestro lado, marchando con mansedumbre hacia sus cuevas, porque ya no queda atisbo de las estrellas que nos cubrieron piadosamente, porque el poema no fue pronunciado, porque se deshizo en palabras (mera representación de lo caótico) profanando sentencias absolutas, como si todo se tratase de una  pretendida paradoja, por la cual los críticos desestimarían considerar la hilatura de un esquema, acaso la articulación de algún sentido, una simple conjetura de mesa concurrida con cadáveres exquisitos.

Hoy los poemas se escabullen hacia fuera, pareciera que es propio de una bitácora ofrecer simples mendrugos, nada que suponga la idea de publicación, o el simple hecho de encontrar un hilo conductor entre tanto ovillo desmesurado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario