Con
cierta frecuencia tengo el impulso de la escritura, es algo que simplemente
ocurre. Creo que siempre me acompañará eso de construir y cuestionar la
construcción, es parte de mi naturaleza supongo. El otro día estuve en un
evento literario, ocupé un asiento para balbucear nimiedades absolutas. Me
llegué a preguntar si en esa galería el espejo de la vanidad reflejaba
destellos del entendimiento.
Ahora
me pregunto que es el presente, que es el yo. Si despertara en el asiento
trasero del auto a un costado de la ruta nocturna, sentiría por algunos
segundos la angustia de no saber quien soy, pero fuera de estas disquisiciones
me obnubila el origen de las ideas, y el porqué de las etimologías.
¿Cómo
nace un concepto? ¿porqué al acto de de ejecutar vibraciones en artefactos se
lo llama música? ¿porqué música lleva ese nombre? ¿porqué la asociación
inmediata? ¿Que origen antecede la idea de aquello que se nombra? ¿De donde
viene el vórtice de la palabra? ¿Porqué escribo? ¿Porqué vuelvo a preguntar
siempre lo mismo?
Ir en espiral hacia
lo desconocido. Buscar la forma cuando solo hay tañidos de palabras que se
apagan y se encienden, como resplandores anaranjados en el borde de las
piletas, cuando ya es tiempo de partir y la opacidad se mueve en círculos hacia
el horizonte.
Algo, cualquier cosa, para tener el pretexto de poder decir que es la verdad.
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