domingo, 30 de agosto de 2009

Dioses que danzan


“Yo solo podía creer en un Dios que sepa danzar”
Friedich Nietzsche


¿Dónde estarán los chamanes?
Los brujos médicos de las comunidades indígenas suelen tener visiones que, empleadas con el canto, permiten la cura y el restablecimiento del enfermo.
De tanto en tanto escuchamos estas historias en los recónditos de los pueblos, y lamentamos que no trasladen lo que ven en un contexto literario. Algo de esto nos refrendó el cine con hechiceros consumiendo peyote y curando a la tribu, en muchos casos la industria cinematográfica se acercó cinematográficamente a estas ceremonias, quitándole cuánto de valor simbólico y descenso metafísico guarda para sus adentros esta experiencia de siglos.
En ocasiones ha sucedido, un hombre entra en trance y entonces ve. Detrás de sí, los antiguos resplandecen. Allí donde había árboles aguardan los hombres que los tiempos se cumplan, aguardan pacientemente que alguien los convoque.
Por tiempos inmemoriales estuvieron horas danzando, elevando la tierra hacia el cielo.
Danzando en comunidad los ancianos y los jóvenes.
Danzando con los pies descalzos, añorando que los ciclos se cumplan.

Los chamanes han sido los verdaderos guardianes del saber comunitario, aún se conservan registros de su arte, perpetuado en las paredes de las cuevas, junto con recipientes de piedra donde machacaban raíces de plantas medicinales, mientras pintaban en las rocas lo que el subconsciente les dictaba.
Por siglos han estado danzando, haciendo llover
Danzando danzando danzando…
Hasta completar un círculo.

martes, 25 de agosto de 2009

Congregación de pájaros

En ocasiones ocurre, a una hora no acordada, una congregación de pájaros, posados sobre los cables eléctricos de las calles.

Vaya enigma.

Al principio hay un solo pájaro, a los pocos minutos, otros de su misma especie van y se apoyan al lado, así hasta formar un cordón, una cadena oscilante. Imposible saber en qué piensan. 

En literatura existe esa manía de antropomorfizar a los animales. Para José Saramago resultó una preocupación que debía dejar clara en su última novela, el no agregar sentimientos al elefante, el autor decía, con justa razón, que como escritor y sobretodo como hombre no podía entender que pasaba por la cabeza de un elefante, el elefante es “otro” y no había razón para humanizarlo.

En la Comedia, Dante ofrece un recurso interesante para situar al lector en un momento exacto de un día cualquiera, nos dice “aquella hora en que los mosquitos reemplazan a las moscas”, es cierto, rara vez podemos ver juntos a estos insectos, forma parte de una ley no escrita y acatada sin escándalo.

Recuerdo que una vez, esperando el semáforo de la avenida Córdoba y 9 de Julio, en plena Capital Federal, contemplé en un árbol una bandada de pájaros negros que estaban junto a dos loros, algo los asustó, y salieron volando hacia la vereda de enfrente, donde había dos árboles gigantes. Todos los pájaros negros fueron hacia el árbol de la derecha. Los dos loros al de la izquierda.

¿Ejemplo banal del “choque de civilizaciones”?


jueves, 20 de agosto de 2009

Mientras tanto...

Alguna vez me pregunté cuánto inciden las interrupciones en los procesos creativos, el té que es ofrecido ocupa la mesa, pero la interrupción queda, y con ella acaso una disrupción que puede no completarse.

Ecuaciones queriendo ser descifradas, que tornan difuso lo que se encuentra en un erial de perplejidad, que asigna elementos simbólicos a una ventana real del mundo.

Ya hemos visto lo que los sentidos significan en la óptica de algunos poetas, pero si tomamos lo que creemos ver, como un modo de expresión literaria, probablemente profanemos sin culpa la exteriorización de esos sentidos, más sensible en nuestros actos abstractos, que en las mareas humanas alejadas de toda orilla poética. Esa percepción es aún incompleta, no posee arquitectura ni pájaros, ni se cruzan los demonios en ese estado de las cosas.

De aquello no registrado solo quedan hendiduras en el aire, figuras pálidas que salen de sus recuerdos, arropadas y urgentes, volviéndose palabras.

El viaje prosigue, mientras tanto la vida quieta me absorbe, como aquella única espina rosada del campo, en aquel viaje que era un regreso.


viernes, 14 de agosto de 2009

Lo que se publica y lo que no

El uso de la palabra trae consigo una connotación que escapa al poeta, esto no tiene porqué analizarlo, de esa parte se harán cargo los lectores y los críticos. Las palabras traen significaciones que, profundizadas en el poema, escapan a los designios de la realidad.

No existen decisiones literarias en el momento de escribir, cuando el poema surge no hay premeditación ni análisis objetivo de lo que se pretende decir, de lo que se pretende alcanzar.

Algunos pintores han desgarrado la tela, ensimismados (Sábato)

Algunos poetas han afiebrado trances de escritura automática (Pizarnik).

Pulsos que marcan el papel, signos que conjuran un entendimiento.Hay quienes afirman que las expresiones primarias no deben ser publicadas, por algún motivo las piezas se exhiben y los poemas quedan expuestos, lo que revelan, o tratan de revelar, encaja en algún destino, y pierde su memoria.

Creo que fue Mario Benedetti quien dijo que una vez escrito el poema debía guardarlo en un cajón para dejarlo descansar, y que después de un tiempo estaba en condiciones de retomarlo y corregirlo, que ahí empezaba el trabajo literario.

Se decía que Juan Gelman caminaba como transportado cuando se encontraba a solas con “la señora” que lo visitaba….

Creo que la verdadera literatura genera una fisura en el tiempo, el vértigo de lo creado abre un portal, por donde fugan los candentes versos, alejados del ornamento y de la forma, lo que resulte será una causa no correspondida con el efecto, solo serán palabras con su aparente unidad resquebrajada en alguna entelequia no correspondida.

miércoles, 12 de agosto de 2009

La poesía heroica

Acabo de encontrar una vieja edición del libro “La épica medieval” de José María Valverde Pacheco y Martín de Riquer. Este volumen fue encontrado en la calle, sin tapas, pero con todos sus capítulos. En la página 221 comienza una detallada descripción que trata sobre la épica medieval, la poesía heroica en la Edad Media, las epopeyas germánicas, los cantares de gesta y el arte oral, el recitado juglaresco…

Abarcar estas lecturas requieren tiempo, pienso sumergirme unos días en este libro, a bucear los entramados de indelebles manuscritos recuperados por antiguos amanuenses, aquellos objetos que los juglares de la época recitaban utilizando la memoria y a veces improvisando, agregando o suprimiendo estrofas según las características del auditorio o las intenciones del recitador. 

Aquellas obras que sucesivos bibliotecarios catalogaron como “anónimas”,  como el cantar del Mío Cid, la Chanson de Roland, la gesta anglosajona de Beowulf,  el cantar de los Nibelungos o las sagas nórdicas, representaron a su tiempo un saber colectivo, una significación vinculada a la identidad y a los recuerdos de un grupo humano particular, confiriéndole una subjetividad que a su vez pertenecía a la esfera pública, enriqueciendo con nuevos contenidos cada párrafo que se iba leyendo, a la vez que documentando cada experiencia que se iba agregando. Aquello ha sobrevivido, desde las tabletas de arcilla hasta los actuales registros electrónicos.

Cuando nos encontramos con estos textos es como si desbrozáramos malezas intentando hallar en ellas una significación, la desnudez de un contexto, aquello que los siglos fueron moldeando, susurrando, callando…

Voy a disfrutar de esta lectura.

Por cierto, la foto de esta entrada se titula “Eritrea” y pertenece a Luis Sánchez Davilla.


domingo, 9 de agosto de 2009

Música y poesía


En ocasiones la música acompañó el silencioso andar de los poetas, y en algún punto, orientó un estado de catarsis hacia el poema, el transitar de un bosque paralelo.
En ese contexto experimenté una práctica de laboratorio con el proyecto "The Globe", aquel disco surgido de la unión entre Robert Smith, creador de The Cure y Steve Severin, bajista de Siouxie and the Banshees, en especial la canción “Relax” significó un interesante desvarío creativo y lunático. Esta canción fue utilizada en ocasiones como intro de los conciertos franceses de The Cure, probablemente la banda que marcó un antes y un después en mi concepción musical (el vinilo Faith significó, a lo lejos, una verdadera fuente de inspiración en aquellas épocas de poemas mutilados).

En otra ocasión recuerdo que las fugas para órgano de Johann Sebastian Bach devanaban ovillos en la conciencia, así mismo algunas sinfonías de Beethoven o los cuartetos de violines de Mozart. En un punto, lo escrito estaba imbuido en la percepción musical, y las encrucijadas o quietudes se transformaban en poemas, como luces en un laberinto.
Suele suceder que ciertos climas (en especial los adagios, la música de cámara o composiciones cinematográficas) le otorgan profundidades al poeta, entonces queda esparcir lo sonoro y darle una tonalidad al subconsciente.
Lo que me inquieta es qué tipo de lector le pudo haber pasado, al leer, el “escuchar” la música que inspiró al escritor, un poco como la escena de la ventana pintada por Castel, aquel personaje de “El túnel” de Sábato que terminó matando a la única mujer que lo comprendió.
Tal vez les haya pasado, que la canción terminaba y con el silencio el poema daba un giro, transformando los claroscuros en habitaciones llenas de luz. En esos casos el silencio otorgaba otra atmósfera, entonces podía ver una escisión que solo yo sabía, pero también, indefectiblemente, una continuación.

Le debo mucho, en un momento de mi vida, a los discos de Tori Amos, una voz que desnuda la melancolía tanto como al desgarro existencial, pude entrever una fragilidad hiriente que hacía trizas su propia desnudez, porque era lo único que tenía. Algo de lo que hice se lo debo a esa compañía, y ahora me voy a escuchar “Closer”, aquella desesperanzada obra de Joy Division, mientras espero releer a Dylan Thomas, poeta de frondosos y abstractos sedimentos musicales (huelga aclarar, el dibujo de esta entrada corresponde a un tributo a The Cure).

martes, 4 de agosto de 2009

Imprecisión

En ocasiones divisamos una abstracción, le otorgamos una arquitectura, y sin salirnos de la periferia, esquematizamos los posibles límites de un desierto, donde el poema es fraguado con un viento amarillo.

En algún punto he padecido el estado creativo, un encierro paulatino que deviene en trances de escritura automática, hojas acumuladas en el piso, vasos que se amontonan y después el sol que duele, filtrándose entre una hendija de madera...

Alguna vez no era como ahora, yo era diferente, pero los años me agregaron algo de sosiego.

En esos casos me parecía terrible que la vida prosiguiera como si nada hubiera sucedido, en algún horizonte avizoraba la teoría del eterno retorno, manchas de tinta en una pared, acaso licuando un pequeño contexto, mientras que en algún afuera todo lo que representaba la cotidianeidad abría sus acostumbrados desalientos al día, jardines ocultando verdades. Entonces todo parecía parte de una obra actuada por extraños, allí los títeres éramos (somos) pululados, influenciados, tergiversados.

Si hago una lectura indolente, creo que las sociedades suelen avanzar en esas condiciones, porque todo debe continuar, porque en ocasiones el vértigo condiciona.

De tanto en tanto, una publicidad idiota distrae a la muchedumbre, siempre hay alguien que sostiene una lámpara dentro de esa cueva, siempre hay alguien que acepta ese relato.


sábado, 1 de agosto de 2009

El oficio de la escritura


A James Macpherson, poeta británico de fines del siglo XVIII, le encargaron que publicara todo lo que documentara sobre antiguos manuscritos gaélicos, con el objeto de compilar la narrativa oral de los pueblos pertenecientes a las Highlands de Escocia, las tierras altas de este pueblo de guerreros. Tareas como esas ya no se encomiendan a los poetas contemporáneos, como tampoco se estila que cada monarca tenga su poeta que cante las gestas que lo enaltecen.
Se sabe que Macpherson acepto el pedido y estuvo cerca de un año investigando manuscritos mientras recorría las aldeas escocesas. Lo ayudó el oficio y el haber escuchado de niño narrativas épicas recitadas en gaélico, tal cual se estilaba en la Escocia de esos años. Lo cierto es que Macpherson tenía un conocimiento oral de la cultura celta, el había escuchado siendo niño a los bardos, quienes solían recitar textos épicos escoceses en idioma gaélico, por lo tanto reunió esos fragmentos y los publicó en Edimburgo bajo el nombre de los “Poemas de Ossian”.
Nos sorprendería saber que ese encargo lo podríamos llevar adelante con las actuales comunidades indígenas, si bien se pudo recopilar mucha tradición oral, aún quedan pueblos enteros en las periferias de grandes ciudades que día a día van perdiendo lo poco que rememoran de sus ancestros.
Libros dispersos van deambulando por allí, sin que nadie lo percate.
Es el fuego de la memoria que se lleva a los ancianos y deja inconclusas las historias que nunca tuvieron un final.
Extrapolando la cuestión ¿No fueron acaso los rapsodas quienes, seguramente sin saberlo, le otorgaron un contexto y una arquitectura a la Ilíada y la Odisea? Homero simplemente estableció un punto de fijeza, y desde entonces aquel poema dejó de suprimirse, y de extenderse.
Por lo visto, dado los testimonios que se fueron perdiendo, y las referencias dispersas, los poetas actuales tendrían por delante un territorio devastado para poder completar la transcripción de una narrativa oral y conformar una compilación, confiada a los pocos escritores de pueblos originarios que intentan, con su oficio, recrear y recuperar tiestos de una cultura.
Lo que aún queda es la memoria desvencijada de diversas lenguas autóctonas, que resisten murmurando, los embates del pensamiento único.