viernes, 22 de enero de 2010

Catulo

Cátulo, un poeta nacido probablemente en el 87 antes de Cristo, vivió treinta años, su patria fue Verona (certifican esta aseveración testimonios de Ovidio, Marcial y Jerónimo), Catulo, quien introduce en la elegía el rasgo autobiográfico e intimista no frecuentado por sus congéneres.

No arrojaré en estas orillas las teorías de historiadores, linguistas y traductores con respecto a la unidad temática de su obra, si ha escrito un solo libro o la mezcla de varios, me referiré a lo que prevalece, sin recaer en dísticos elegíacos o los diversos tipos de yambos recurrentes que habitaron al poeta, solo sus poemas, y que la lira nos acompañe...

Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan rectos,

todas, valorémoslas en un solo as (1). Los soles pueden morir y renacer: nosotros, en

cuanto la efímera luz se apague, habremos de dormir una noche eterna.

Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien una vez más, luego sin

parar otros mil, luego cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los

revolveremos para no saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de

través (2), cuando sepa que es tan grande el número de besos.

1.- Moneda de bajo valor

2.- Los romanos creían en el mal de ojo; si alguien conocía el número de las cosas (como aquí el de los besos), podía, por envidia, causar dicho mal.

Estas notas y referencias fueron tomadas del libro Catulli Carmina (traducción de Rosario Gonzalez Galicia).

Se conjetura que muchos de sus versos, dirigidos a la misteriosa Lesbia (llamada Clodia, sensual y disoluta) se cuentan entre las expresiones más sentidas de la literatura romana.

Imagino al poeta en las gradas públicas, mientras un viento deja ver las desnudas piernas de su amante, cuando todo lo que tenían por delante era cielo, murmullos y deseo.

¿Qué habrá sido de Lesbia al envejecer? el poeta le ofrendo sus uvas más dulces y más amargas ¿qué queda por discernir, en esos vericuetos de la pasión, cuando los días se convierten en años y los años en siglos?

Tal vez una morada gastada por el tiempo, el viento entrando en una ventana, un pasillo de mosaicos en el jardín descuidado, un vestido blanco resplandeciente, no más que eso.


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