Cátulo, un poeta nacido probablemente en el 87
antes de Cristo, vivió treinta años, su patria fue Verona (certifican esta
aseveración testimonios de Ovidio, Marcial y Jerónimo), Catulo, quien introduce
en la elegía el rasgo autobiográfico e intimista no frecuentado por sus
congéneres.
No arrojaré en estas orillas las teorías de
historiadores, linguistas y traductores con respecto a la unidad temática de su
obra, si ha escrito un solo libro o la mezcla de varios, me referiré a lo que
prevalece, sin recaer en dísticos elegíacos o los diversos tipos de yambos
recurrentes que habitaron al poeta, solo sus poemas, y que la lira nos
acompañe...
Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan rectos,
todas,
valorémoslas en un solo as (1). Los soles pueden morir y renacer: nosotros, en
cuanto
la efímera luz se apague, habremos de dormir una noche eterna.
Dame mil
besos, luego cien, luego otros mil, luego cien una vez más, luego sin
parar
otros mil, luego cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los
revolveremos
para no saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de
través (2), cuando sepa que es tan
grande el número de besos.
1.- Moneda de bajo valor
2.- Los romanos creían en el mal de ojo; si
alguien conocía el número de las cosas (como aquí el de los besos), podía, por
envidia, causar dicho mal.
Estas notas y referencias fueron tomadas del libro Catulli Carmina (traducción de Rosario Gonzalez Galicia).
Se conjetura que muchos de sus versos, dirigidos a la misteriosa Lesbia (llamada Clodia, sensual y disoluta) se cuentan entre las expresiones más sentidas de la literatura romana.
Imagino al poeta en las gradas públicas, mientras un viento deja ver las desnudas piernas de su amante, cuando todo lo que tenían por delante era cielo, murmullos y deseo.
¿Qué habrá sido de Lesbia al envejecer? el poeta le ofrendo sus uvas más dulces y más amargas ¿qué queda por discernir, en esos vericuetos de la pasión, cuando los días se convierten en años y los años en siglos?
Tal vez una morada gastada por el tiempo, el
viento entrando en una ventana, un pasillo de mosaicos en el jardín descuidado,
un vestido blanco resplandeciente, no más que eso.
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