viernes, 8 de enero de 2010

La verdadera vida no es literatura

Una vez me escribieron que “la verdadera vida no es literatura”, y aunque lo he meditado consideré que aquellas líneas, practicadas en tiempo y espacio, podían evitar convertir mi existencia en un capítulo literario, allí donde el que escribe, tal vez difusamente, comienza a perderse en “un túnel sin amor, y con todos los fantasmas de la autocompasión”.

Realmente he tratado de evitar empantanarme en esos lugares, donde el egoísmo puede provocar desamor, despertando tarde en el tiempo equivocado, el de un hombre que nunca estuvo despierto, el de un poeta que dejó de escribir.

Sin embargo, eliminé todas las antorchas de esos escenarios, provisto de una inquietud que era a la vez un salvaje desinterés por las desarticulaciones que puedan forjarse en literatura.

Lo demás, el día y sus gentes, son extraños a la osamenta.


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