viernes, 19 de junio de 2009

Los que labran anonimatos

Lleno mi vaso de vino…

Los que labran anonimatos, en una hora yerta, sucumben por las noches buscando fantasmas en los armarios. Es este el prolegómeno vacío de un tiempo que se ha ido.

Construyo naderías, al final de un patio cubierto de glicinas, mientras la manivela de una caja mágica arroja maíz en un canasto de mimbre.

Es muy precario lo que habito, apenas lo recuerdo.

La vida siempre prosigue, pierdo buena parte de mi tiempo decodificando símbolos pétreos, que suponen alegorías para entender la realidad.

Las volutas de humo y las estrofas peligrosas (de esas que ya no subsisten), simulan al final del pasillo un gesto muy teatral, cualquier cosa mujer, cualquier cosa menos esta mansedumbre con la que vamos al matadero…

Debo reconocer que me sorprende cuando alguien se detiene en un texto, y acaso sin saberlo construye un vínculo, realmente hay veces que no tengo idea hacia dónde van las construcciones que intento enarbolar, casi como un mendigo, en medio de la noche quieta.

Alguna vez me dijeron que es mejor sorprenderse que desilusionarse, desde entonces no he hecho más que buscar encrucijadas. 

Y mi vaso ya está vacío.


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