Pocas veces me ha interesado tanto un
movimiento poético como el que aquí intentaré reseñar. Si nos atenemos a la
etimología, se coincide en afirmar que el término "goliardo", del
francés Goulliard, significa algo así como "clérigo que lleva vida
irregular". A su vez se recupera del latín vulgar la descripción Gens
Goliat, "gente del demonio", del latín Gölias "el gigante Goliat
muerto por David", "el demonio". He allí una simbiosis candente.
El concepto es propio de la Edad Media, en
torno giraron clérigos, vagabundos y estudiantes que deambularon por los
claustros de las universidades europeas del siglo XIII. Solían encontrarse en
las tabernas deslizando ásperas críticas a la estructura social del medioevo,
en especial las enseñanzas de la iglesia y las costumbres tradicionales de la
época. No la pasaban nada mal.
Un desvarío al margen ¿bebieron los goliardos
de las orillas poéticas de Omar Kayyam?. Las encantadoras cuartillas del gran
poeta persa, dedicadas al vino y los placeres terrenales, tejen a mi entender
un vínculo secreto con la poesía goliarda, logrando cohesionar en una obra el
desdén hacia las religiones y el propio sentido metafísico de la existencia. De
haber accedido a esta obra, los clérigos errantes tal vez hubieran apostolado
estos versos, no podría ser de otro modo.
Los goliardos nos han legado escrituras poco
pretenciosas pero esenciales para entender un segmento cultural y social de la
Edad Media, en la figura de jóvenes burlones e inconformistas. Han sobrevivido
manuscritos, odas sarcásticas y las candentes "Carminas Burana",
posteriormente musicalizadas por Carl Orff (y explotadas en el cine hasta el
hartazgo). Al respecto, a principios del siglo XIX se encuentran en el monasterio
de Benediktbeuern (Baviera), un apergaminado manuscrito que contiene alrededor
de 250 obras líricas, escritas en latín, con algunas interpretaciones en alemán
antiguo. La posteridad conocería estos cantos realizados por poetas en su
mayoría anónimos, aunque se conocen algunos poemas firmados: Hugo de Orléans,
el Archipoeta de Colonia, Serlon de Wilton y Gautier de Lille entre otros.
¿Quiénes serían hoy los goliardos?
Alguna vez, escuche de mi amigo Rafael una
teoría que por lo inaudita resulta reveladora, llegó a trazar una línea
histórica que vinculaba el movimiento de los goliardos, la poesía beatnik y el
concepto "no future" del punk. Lástima que esta literatura gris no se
encuentra en la Web para regocijo de los internautas deseosos de cultivar otro
tipo de conjeturas, queda abierto el espacio para reflexionar en torno a esas y
otras ideas.
Por mi parte me despido con un poema de algún
autoproclamado Goliardo, vale un extracto que bien hubiera merecido ser
incluido en la Sociedad de los poetas muertos.
A todos me queda decirles, "Carpe
Diem".
En la taberna
Cuando
estamos en la taberna,
no nos
preocupa nuestra sepultura,
sino que
nos precipitamos al juego,
que es
nuestro perpetuo desvelo.
Lo que
se hace en la taberna
donde la
moneda es el copero
esto sí
importa averiguarlo.
¡Pero
escuchad lo que os voy a decir!
Unos
juegan, otros beben,
otros
viven licenciosamente.
Pero
entre quienes se dedican a jugar,
unos
acaban desnudos
otros se
visten allí mismo,
otros se
cubren con andrajos.
Nadie
teme allí a la muerte,
sino que
a Baco su suerte dejan.
Primero
por el precio del vino:
por éste
beben los libertinos;
una vez
beben por los cautivos
después
beben tres por los vivos
cuatro
por todos los cristianos
cinco
por los fieles difuntos
seis por
las hermanas vanas,
siete
por los caballeros salvajes.
ocho por
los hermanos perversos,
nueve
por los monjes dispersos,
diez por
los navegantes,
once por
los desacordados,
doce por
los penitentes,
trece
por los que van de camino.
Tanto
por el Papa como por el Rey,
beben
todos sin ley.
Bebe el
alma, bebe el amo,
bebe el
caballero, bebe el clérigo,
bebe
éste, bebe aquél,
bebe el
siervo con la criada,
bebe el
activo, bebe el perezoso,
bebe el
blanco, bebe el negro,
bebe el
constante, bebe el versátil,
bebe el
rudo, bebe el amargo.
Bebe el
pobre y el enfermo,
bebe el
desterrado y el desconocido,
bebe el
chico, bebe el viejo,
bebe el
prelado y el decano,
bebe la
hermana, bebe el hermano,
bebe la
vieja, bebe la madre.
Bebe
ésta, bebe aquél,
beben
cien, beben mil.
Seiscientas
rondas poco
duran,
cuando sin medida
beben
todos sin meta,
aunque
alegremente beban.
Así,
todas las gentes nos denigran
y
siempre seremos pobres.
¡Quienes
nos denigran se vean confundidos
! y no
se cuenten entre los justos!