sábado, 25 de julio de 2009

Sobre la necesidad de tomar apuntes

Lou Reed se lamentaba, en la continuación de “Las alas del deseo”, de Wim Wenders, de no haber tomado notas mientras improvisaba con su guitarra, una escena en la que pudimos escuchar su pensamiento a través de Cassiel, el ángel pálido de la bella película. El divague le costó caro ya que después solo hubo lugar para imágenes relampagueantes que no pudieron traducirse en canciones, mientras desvariaba recuerdos eléctricos sobre las nocturnas calles de Berlín.

Hubo escritores que por no haber tomado nota del fuego que arrojaban sus volcanes terminaron angustiados el resto de la jornada, y en ocasiones ese dolor los acompañó semanas enteras…

Llevar libretas pequeñas, anotar en las servilletas de los bares, en los boletos del colectivo, en una camisa…todo vale para perpetrar al menos un rasgo efímero de aquello con lo cual después proseguiremos urdiendo alegorías, cualquier cosa menos ver morir, cual Orfeo con su amada al salir del infierno, aquello que nos abrumó por un segundo…

El que si agotó al extremo la imaginación y los recursos fue el Marqués de Sade, la leyenda dice que hasta con su propia sangre logró escribir, teniendo por mudos testigos las paredes de las cárceles que supo frecuentar, bollitos de papel que los locos pasaron entre las rendijas, de mano en mano, aligerando la condena.


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