En un apartado se lee lo siguiente:
“Cuando allá por los años del 30 fue condenado a la cárcel por su poema “contra”, con el mismo juvenil asombro y entusiasmo, Raúl González Tuñon, el autor de la calle del agujero en la media y La Rosa blindada, está hoy junto a nosotros, los escritores de una generación posterior, con su mano afectuosa y su palabra experimentada. Pintores y escritores sabemos cuánto es lo que se le debe y sabemos también que es a nosotros a quienes toca retribuir. Por eso es nuestro director de honor, por eso uno de sus libros nos nombró para siempre, por eso le damos públicamente las gracias hoy, que al filo de sus sesenta años es el más joven de nosotros”.
Esta nota, en octubre de 1964, aparece firmada por estos “desconocidos”:
Juan Gelman, Andrés Rivera, Roberto Cossa y Javier Villafañe entre otros.
Ese día se distribuyeron en Buenos Aires 4000 ejemplares del primer número de la Rosa Blindada, legendaria publicación del no menos legendario José Luis Mangieri, uno de esos ejemplares es el que tuve en mis manos hace poco, prestado por un amigo librero, y que ahora se encuentra a la venta en el Recuperador Urbano, si es que sigue ahí…
Muchos poetas le deben trascendencia a este soberbio editor, vivió un tiempo en Floresta, se fue en silencio, como su andar, pienso que Mangieri tal vez no haya dormido la noche anterior a la salida del ejemplar, pienso en cada poema que leyó, seguramente acompañado de una ginebra…
Tipos así ya no quedan en el mundo editorial de la poesía, y es como una trinchera menos donde refugiarse, y es como si todo estuviera disperso en la memoria.
“Cuando allá por los años del 30 fue condenado a la cárcel por su poema “contra”, con el mismo juvenil asombro y entusiasmo, Raúl González Tuñon, el autor de la calle del agujero en la media y La Rosa blindada, está hoy junto a nosotros, los escritores de una generación posterior, con su mano afectuosa y su palabra experimentada. Pintores y escritores sabemos cuánto es lo que se le debe y sabemos también que es a nosotros a quienes toca retribuir. Por eso es nuestro director de honor, por eso uno de sus libros nos nombró para siempre, por eso le damos públicamente las gracias hoy, que al filo de sus sesenta años es el más joven de nosotros”.
Esta nota, en octubre de 1964, aparece firmada por estos “desconocidos”:
Juan Gelman, Andrés Rivera, Roberto Cossa y Javier Villafañe entre otros.
Ese día se distribuyeron en Buenos Aires 4000 ejemplares del primer número de la Rosa Blindada, legendaria publicación del no menos legendario José Luis Mangieri, uno de esos ejemplares es el que tuve en mis manos hace poco, prestado por un amigo librero, y que ahora se encuentra a la venta en el Recuperador Urbano, si es que sigue ahí…
Muchos poetas le deben trascendencia a este soberbio editor, vivió un tiempo en Floresta, se fue en silencio, como su andar, pienso que Mangieri tal vez no haya dormido la noche anterior a la salida del ejemplar, pienso en cada poema que leyó, seguramente acompañado de una ginebra…
Tipos así ya no quedan en el mundo editorial de la poesía, y es como una trinchera menos donde refugiarse, y es como si todo estuviera disperso en la memoria.
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