sábado, 16 de noviembre de 2024

Lo que cabe en un devenir

no hay espinas sin rosas” sostiene un dicho popular, yo me distraigo en el envoltorio de un florero con papel de diario, sobre una mesa de plástico pintada de amarillo.

Es esta una tarde sin memoria, esperando que los loros pueblen las palmeras.

Las bahías caben en un devenir, cuyo ancho plano tiene la edad de una sentencia, hora tardía en que las casas resplandecen, lánguidas bajo las cúpulas brillantes, abandonadas de hortensias.

Vuelvo por una hilera de josefinas, recojo de la calle un banco de madera desvencijado, para que sostenga una maceta donde florecieron hace poco las orquídeas de los pobres.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Encontrar

Hay que ir al barro, a la primera relación posible, a lo ungido, es preciso conocer los alambrados y el horizonte, dejar la barca de las conjeturas, donde aún mora un perro verde.

concebir el contorno de lo disuelto, encontrar la sombra que todo lo habita.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Sobre el registro del cierre

Hace unos años, Martín Kohan mencionaba en una discusión literaria algunas cuestiones que tenían que ver con la diferencia entre forma y contenido, hablaba de “un contenido que inhibiera la forma paródica, que inhibiera el registro irónico, lo que supuso una búsqueda nueva para mi escritura, yo había explorado muchas cosas sobre la base de la fragmentación y el corte, insistí sobre el efecto del cierre en el corte, no solo sobre la brevedad del fragmento sino poblar una novela de cierres, no solo el cierre de capítulos sino al fragmentar poder trabajar sobre el registro del cierre y el énfasis que el cierre tiene, que un texto estuviera casi saturado de cierres, así que en el momento de tener que resolver la forma, la resolución formal, me propuse ver qué pasaba en la escritura con un texto que no tuviese ni siquiera el corte de los capítulos, eso suponía una novedad por que no sabía pasar de un tema a otro”

Pensé el tema de la fragmentación en el poema, y recordé el libro de Oliverio Girondo, en la masmédula, por todo lo que significó la exploración de nuevas construcciones expresivas y la experimentación con el lenguaje, con rupturas semánticas que habilitaban nuevos sesgos, nuevas irrupciones.
El concepto me interesa para entender el cierre o abandono del poema, similar a los finales abiertos de algunos intentos cinematográficos, cuando ya no queda nada que agregar. Hay algo que en el poema queda afuera de esa lógica, y es el énfasis ubicado en una instancia que considere recurrentemente necesario instalar la noción del cierre, con escamas propias de un postulado, o como arrojan los últimos versos de un poema de Oliverio, en donde el cierre produce un quiebre que a la vez clama por un sentido:

entre epitelios de alba o resacas insomnes de soledad en creciente
antes que se dilate la pupila del cero
mientras lo endoinefable encandece los labios de subvoces que
brotan del intrafondo eufónico
con un pezgrifo arco iris en la mínima plaza de la frente
hay que buscarlo
al poema

sábado, 26 de octubre de 2024

El poema que no en la lluvia que tampoco

Una vez, esperé en vano desbrozar una conjetura, sin enmarcar los conceptos bajo el esquema de un ejercicio lírico, al final de la noche quedaron muchas cosas por preguntar.

Se trataba del inicio de un poema, un territorio difuso, con bruma, cercado por el desaliento.

En ese territorio imbriqué unos crespones borravinos sostenidos en el crepúsculo, que parecían no pertenecer al cielo que estaba describiendo, como prolegómeno de una tempestad.

El mar detuvo su movimiento, el tiempo dejó de aproximarse.


sábado, 19 de octubre de 2024

En un día como hoy


Hay versos que quedan estancados en orillas impares, concatenaciones apenas separadas por una coma, 

en ese arco sin edad, el tiempo es un paréntesis que no justifica la sequedad del poema, allí puede caber una hilera de álamos que desprenden su otoño en primavera, una ventana que alguien cierra, un pórtico de madera con marcas de sal, pero es probable que ninguna de esas imágenes encuentre un correlato, como también es cierto, al final del día, que nada de todo eso ofrecerá un amparo.

Acaso un poema sin concluir en un día como hoy.


jueves, 10 de octubre de 2024

La construcción arbórea


Encrespado en el devenir de una construcción arbórea, acaso fractal, de una imagen incrustada en la forma (no el fondo) con la cual extiendo hasta un banco de niebla las posibilidades del recurso.

Apenas una conversación de silencios que se prolongan, indefinidamente, en una espiral dibujada por un niño en los pliegos de su infancia, un modo de hallar en el esquema, el verdecer de la brisa que los versos desprenden,

que sea ese el sentido más puro de lo que se pretende crear,

el viento que sale del poema.


viernes, 4 de octubre de 2024

El colibrí

Hace años que un colibrí tiene sus crías en el jardín de mi casa, en un nido cubierto por la enredadera, un alba que acontece, como si algo nuevo empezara.

Hoy volvió después de un círculo de 12 meses, es realmente una aventura ese ciclo que se completa, sin que nunca termine, sin saber dónde empieza

y cuando todo parece mucho, me quedo mirando ese revoloteo incesante, deseando que nunca se vaya, esperando que siempre vuelva.  

domingo, 29 de septiembre de 2024

La prolongada línea


Una línea que se parece a un rumor sin niebla, que se prolonga hasta un fondo como un horizonte blanco, sin que se pueda advertir el techo de la bóveda celeste, el cometa que un niño dibujó en el jardín de su infancia.

Acaso sea cierto que, una vez perdida la inocencia, son pocas las cosas perfectas que se desprenden de un manojo de pinceles.

Pienso en el puente que vi hoy, partido a la mitad, porque alguien no quería que la gente cruce para el otro lado de esta isla.

Pienso en la cuerda tensada que alguien ató después, para que las personas puedan pasar al otro lado de esta isla.

Lo que está en el medio de ese puente, aún es un misterio sin resolver.

sábado, 21 de septiembre de 2024

El verso abandonado

Una niebla en el estero donde se juntan las sombras de los juncos, el verso abandonado, la conjetura luminosa del plano nunca habitado, el pasto recién cortado al costado de la autopista.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Algo


un segundo sin su aire desprovisto de silencio, donde me arrodillo para ver el agua quieta, en un charco sin infancia

hay algo en ese discurrir de la vida apenas murmurada, como si el atardecer fuera una sincronía sin contexto, como si alguien estuviera hablándome, y yo...

puedo nombrar al pájaro que ahora no es visible en este jardín deshabitado, bajo un atardecer cubierto de niebla, acaso olvidado y sin memoria

ese tiempo que se escurre, y no es arena

ese propósito de la oruga, segundos antes de nacer.

viernes, 6 de septiembre de 2024

La enfermedad mental

Hay poetas que trabajan horas en largos versos.

Yo los escribo rápido para olvidarlos.

Llevado por la mala costumbre y la pena

a ver matices de loro en un colibrí que saltaba

de petunia en petunia, experiencia por otra parte

ciega a mi vida ficticia, grabé en una corteza:

la belleza es lejana y la estación está cerca.

Partamos, oh compañeros de viaje,

hacia el barullo de la gran ciudad.

                                                      Del poema “Confesión”

Alguna vez, en una terraza donde se juntan poetas, le pedí a Alejandro Rubio que me firmara su libro "La enfermedad mental", fue hace unos años, y es algo que conservo con renovado aprecio.

antes o después de eso, lo escuché hablar a unos metros de distancia con una chica, diciéndole lo bueno que sería acceder a un cargo en una editorial o centro de documentación, para poder vivir de la escritura, no tengo claro haber comprendido si esa realidad tenía que ver con esa condición de "maldito" con que a veces algunos críticos simplifican un puñado de ideas, donde el plano de los conceptos cruzan puentes hacia una digresión o una redundancia.

ahora desde una bicicleta veo un amanecer anaranjado, los edificios parecen estallar de luces pálidas, todo indica que será un hermoso día de primavera

pienso siempre en ese libro, y en ese poeta

el tiempo arrebata algo, y ya no está Alejandro Rubio para que lo explique.

viernes, 30 de agosto de 2024

Acontecer

El desánimo que cuelga de la rama de la única hoja perlada, en el rocío del amanecer, a través del campo cubierto de escarcha, para darme cuenta, detenido a centímetros de la alambrada, en esta curva de la vida, que lo único que puedo ofrecer es el olvido.

Podría repetir exactamente la misma frase, pero con otro final: "que lo único que puedo ofrecer es no olvidar".

y bien sabemos que son dos cosas distintas.


viernes, 23 de agosto de 2024

A veces no es un poema

En ocasiones no es un poema lo que ocurre, una improbable etiqueta haría mención a la "no-literatura", así como otros entienden la no-música y encuentran un extraño apego a la curiosidad de los sonidos, que todo eso ensamblado produce un interrogante que podemos denominar música, tal vez canción, porque tiene un plano, porque sus bordes son efímeros y difusos, porque hay escalas, coloraturas, calidoscopios, acaso tesituras.

y pienso que podría ser Pollock el día que decida poner un lienzo en el piso, y tomar pinceles y tazas y pinturas negras...

en ese juego fractal y luminoso a veces suceden cosas

estoy creyendo que lo puedo llegar a explicar alguna vez, estoy queriendo que ese día nunca ocurra.

sábado, 17 de agosto de 2024

Ir

Ir sobre las huellas de las palabras que parecen cubrirme, la mirada de una hormiga, muy quieta, en el jardín de los atardeceres glaucos.

huir del temor de la sed, ahora que parece que va a llover, y es esa la única certidumbre, más allá del poema sin terminar. 

sábado, 10 de agosto de 2024

Con el silencio de un silencio

Abrazar las orillas de los puentes con el silencio de un silencio, ver cuánto duran los nubarrones en el barro, en el momento que una línea de color naranja tensa el crepúsculo como si hubiera un detrás.

en aquel cielo se juntaron los crespones borravinos bajo el tibio resplandor de una osamenta, extendida en sus pliegos celestes, para alcanzar una hilera de cisnes negros cuyas delicadas ramas de bronce titilan en el pardo horizonte.

no pude medir esas huellas de arena, hundidas por el peso de su nostalgia, apenas un escarabajo de oro modificaba la quietud del atardecer, el médano blanquísimo, las mismas preguntas sin resolver.

viernes, 2 de agosto de 2024

La curvatura de los dulces campos

En tu pelo se deslizan las evanescentes plegarias de los colores atardecidos, parecen tender una manta en alguna línea temblorosa, la calma de una fogata lejana, sin saber quien estará cortando una ensalada con el mismo cuchillo que un fantasma clava en la tierra su espera sin rumbo.

el mundo suele terminar en esa parábola y en ese alguien que no es, el resplandor de un silencio que el fuego tranforma en una iridiscente conjetura, la curvatura de los dulces campos, plegado en amarillos designios, sobre una línea de algodoneros desprendidos de su tiempo. 



viernes, 26 de julio de 2024

El tiempo que se pierde

Últimamente suelo dedicar un tiempo a todo aquello que por diversos motivos no llego a comprender, ese acto termina siendo una circunstancia que en algún punto modifica tu vida, atravesando un plano para generar algún tipo de artefacto

al final, nunca sé si el resultado explica lo que inicialmente fue concebido bajo el esquema  de la indagación

termino creando un componente totalmente disruptivo, de una idea que distorsiona la ilusión del agua quieta en el estanque del poema. 


sábado, 20 de julio de 2024

Perfect days

las sombras ¿se oscurecen cuando se superponen?

-no estoy seguro...

hay tantas cosas que aún no sé

así se acaba la vida...

a veces, en una película, no importa que tengamos presente como se desarrolla una trama, en ocasiones, escenas aisladas ofrecen una brizna de entendimiento, resuena en algún lugar ese silencio y perdura en alguna circunstancia esa conducta.

"tiene que oscurecerse para que tenga sentido", dice el personaje principal de esta última película de Wim Wenders, interpelado ante la pregunta de la oscuridad entre las sombras que se superponen, que un desconocido formula mientras miran como serpentean las temblorosas luces en el río, sin embargo parece que nada cambia después de esa idea, percepción que  no es producto de una mirada en perspectiva, sino algo más complejo de admitir en aquello que se observa mientras el tiempo parece seguir su curso, acaso una revelación en medio de un paisaje que nada revela.           

Perfect days es una película para detenerse en algo que parece sencillo pero que habita otro plano, con otro tipo de meditación, con otra certidumbre. Hay un hilo que une a Hirayama, el protagonista, con el conductor de autobús de Paterson, aquella película de Jim Jarsmuch que permite la idea de una aceptación con lo que les toca a los personajes en el tránsito diario de la existencia, ambos aceptan lo que reciben mientras la literatura repara el acontecer de la rutina, uno escribiendo poesías, el otro leyendo narrativa y apelando a la música en formato analógico para matizar su jornada de trabajo, pero los silencios son demasiado profundos como para admitir que el problema es solucionado, y tal vez por ese motivo, cumplir con una rutinaria tarea sea un modo de evitar, acaso con mansedumbre, la necesidad de indagar sobre la vulnerabilidad de la felicidad humana. 

Antes que Hirayama empiece su día, alguien barre las calles mientras amanece, ese sonido de la escoba indica el permanente ciclo de las actividades rutinarias, que equilibran en forma invisible el normal desenvolvimiento de una sociedad. Se trata de hacer bien un trabajo, por simple que sea o insignificante que pueda parecer.

Al final, el hombre que se redime limpiando baños públicos en un exclusivo barrio de Tokio, no encuentra las respuestas a todas las preguntas, incluso evadirlas es una forma de continuar, y dejarse sorprender por ese entendimiento de que un mundo viejo habilita todos los días la esperanza de un mundo nuevo, que ahora es ahora, que la próxima vez es la próxima vez, porque lo que le sucede a Hirayama en ese final abierto, es aceptar nuestra finitud mientras una hebra de gratitud cae sin peso en un día perfecto. 

Hirayama ríe y llora, lo que no puede remediarse queda atrás cuando uno decide seguir avanzando, hasta el otro día, hasta el otro día, y el día siguiente.

sábado, 13 de julio de 2024

En esa parte del poema

horizontes pardos que se alejan”

alguna vez tuve por práctica abordar los manuscritos de la adolescencia como si fuera algo nuevo, haciendo un trabajo sobre el pasado, y que en ese trance la concepción de temporalidad tuviera otro entendimiento. El ejercicio era como una marea que terminaba en una parábola sin demasiadas pretensiones.

hace años que vengo acumulando tesituras no habitadas en relatos interrumpidos, creyendo que esos versos vienen de algún lugar y que se marchan sin alterar ninguna comprensión de lo transitado.

me suelo quedar en esa parte del poema, el pasillo lleno de plantas mientras el sol cubre con su tibieza la compasiva quietud de un naranjo.

horizontes pardos que se alejan...

sábado, 6 de julio de 2024

Salir de la isla

Olvido olvidar, en el instante trenzado de un horizonte que cubre el surco de un murmuro, un umbral de picos rojos de gaviotas que dejan su sombra al lado de un temblor, donde no hay más charco que una memoria desvaída.

Y entre ese ausentarse y esa hilera de barcos encallados, hay una isla verde cobijada por ríos de plata.

sábado, 29 de junio de 2024

Lo que es permeado en la hora del sosiego

En este devenir, en donde parece que el no-hacer permea las conceptualizaciones urdidas en  contextos invisibles, el día se inclina sin preocuparme del todo, porque estoy en el borde de algo que puede ser una orilla, un murmuro o una débil exclamación disfrazada de conjetura.

porque acaso el atardecer -este, el del poema- se asemeja a una curvatura donde termina todo aquello que uno cree abandonar.

entonces parece que entiendo el devaneo del problema que aparenta no tener un origen, y sin embargo, siempre hay un antes en esa lógica, tan irremediable como sagrada.

es la calle de siempre, que transito a la misma hora, bajo una luz blanquísima, cerca del prado que alguna vez soñé.

viernes, 21 de junio de 2024

Lo que aún queda por cruzar

una calle de otoño, las gotas de cristal suspendidas en el cable de teléfono, una puerta manchada de sal, el camino blanco atravesado con huellas de barro, el mar ceniciento, el viento que mueve la ventana, el conjuro de un amparo sin edad, acaso las ramas...

el charco por cruzar, hasta la casa ajena, donde alguien enciende una lámpara.

sábado, 15 de junio de 2024

Mientras trenzo un cesto con espigas doradas

Parece que hago cestos con espigas doradas, de esos que semejan ser canastos del universo, donde se juntan verdades sin rostros, vacío de los nenúfares que atraviesan las redes bajo la cósmica bóveda de la infancia, sin poder nombrar un médano, sin saber callar tu nombre.

A estas horas, siempre hay una ventana que se cierra, y puedo ver entonces, libre de mi sombra, la tibieza de un mueble con sus repisas llenas de platos, y un pez de cerámica sobre el umbral de la puerta. 


viernes, 7 de junio de 2024

Este crescendo de oleajes

este crescendo de oleajes de papel que se arrullan en la infancia, un color que aparece cuando cierro los ojos, y una niebla que lo cubre cuando despierto.

una línea que no corresponde, el párrafo entero de una oración que apenas sostiene la candidez de un adjetivo, un globo rojo que se suelta en el horizonte, un niño quieto en el crepúsculo.

no sé dónde me lleva este puente de vejeces moradas en el que sitúo un breve atardecer, las casuarinas que cuelgan de un tejado olvidado, las ciruelas rodeadas de canteros amarillos.

abrir una puerta blanca, con sábanas secándose al sol, un viento que todo lo envuelve, cortar por primera vez una manzana.


sábado, 1 de junio de 2024

Por dentro del poema


Raudo, entre los márgenes donde antecede lo que se calla, parado en una estación de servicio en el exacto momento que algunas nubes se juntan en un rescollo (esa palabra que no existe), suspendidas con cierta gracia, sobre el fondo anaranjado del cartel luminoso, que corta en sus bordes lo amarronado de un péndulo invisible, bajo un marco pintado en tonos  bermejos.

acaso los limoneros y las lilas, esa puerta que oblitera el paso de la infancia.

Siempre pienso que habrá razones para problematizar el cuerpo de un poema, que lo puedo ver por dentro, como una calabaza de vidrio o un hueso tallado en un cuenco, 

y que no debería preocuparme,

pero sé que me olvido, que al final del día me conformo con el sol que entibia la ventana, la imagen sin tensar de ese destello que no es destello, inclinado en la mesa familiar, trepando hasta una cesta llena de manzanas, con un ángel de cerámica que mira hacia un silencio que acaba de pensarse.

sábado, 25 de mayo de 2024

Acaso el desánimo

De algún modo, me alejo en la liviandad de la palabra, que ahora trepa hasta los jardines de una casa rodeada de casuarinas, mientras mis razones parecen campos de girasoles dando la espalda al sol.

sábado, 18 de mayo de 2024

La sombra de al lado


Al doblar la curva, la sombra del auto fue más lenta que el crepúsculo, ahora dorado con nubes violáceas y azulinas, pienso que mi sombra debería ser como esa sombra, que se pone en eje luego de la curva, y no ir siempre delante o detrás, sino al lado, debajo del plano anaranjado donde el sol oblitera su único plano, hacer de cuenta que me doy cuenta, que el día siempre termina en otra pregunta.

sábado, 11 de mayo de 2024

El telón rojo del cielo verde

Los vientos dispersan los colores de las auroras, una sombra busca su amparo bajo la lluvia, apenas atardece mientras trato de enmendar el silencio no trazado, las parrillas oxidadas de antiguos veranos, y las heladeras que ya no funcionan.

detrás, hay rejas pálidas que parecen anudadas, y avispas negras que han vuelto a sus oscuros agujeros adheridos a los techos, como una mancha vertical de la que nada se desprende, cubierta de ramas moradas.

en el fin del mundo, las luces titilan hasta callar, mientras se encienden fuegos en las calles heladas, y uno hasta podría imaginar la lata de arvejas que una mujer vuelca en una ensaladera con tomates cortados al medio, en la ventana luminosa que observo desde lejos, apenas atada en los bordes con una cortina de tela blanca, o acaso algo que se parece a eso.

en la mesa alguien abre una botella de vino, mientras se van pasando los platos sin conversaciones aparentes, ni reflejos temblorosos de un televisor, sin mirar en ningún momento, el telón rojo del cielo verde.

viernes, 3 de mayo de 2024

Nadar de noche


Una vez, aprendí a surcar las aguas nadando, como si estuviera en el espacio, sostenido por la oscuridad, sostenido en la nada -ese estar suspendido sin poder afirmarse, la luna como blanca vasija rota- un territorio en apariencia apacible, lejos del lobo marino que parece llegar a la orilla, mientras mis ojos se nublan en medio de las brazadas.

viernes, 26 de abril de 2024

Estos tiempos aciagos

En estos momentos, como decirlo, hay una encrucijada poblada de turbaciones que espera encontrar su anclaje, acaso un norte. 

Este atardecer es como una película ya vista, pasamos del blanco y negro al color, y del silencio al sonido, pero la historia es la misma.

en el medio, inmensas minorías que están lejos del amparo, perdidos entre la mansedumbre, inciertos y apesadumbrados.

no hay lugar para la literatura allí donde vamos, y sin embargo es en lo único que pienso.

viernes, 19 de abril de 2024

Lo no pintado


porque es ahora donde empieza lo que se tarda en completar, todos los trazos que caben en un plano sin sus límites definidos, en el que los nubarrones cubren los picos helados de las montañas acartonadas, en ese mapa invisible surcado bajo los pliegos de la infancia, cuando todas las cosas estaban por hacerse.

(sin) entramado, abrace algunas teorías, pero desde el barroquismo más vulnerable, ese que no sabe de lecturas consecuentes, ni problemas apropiados ilícitamente. Acaso el poema se transformó en relato, pero un relato autocompasivo, intervenido desde un risco desde donde era posible sostener el anclaje de la literatura.

Pero no sé cómo sigue, porque hace años que sigo jugando con un hilo rojo, para que parezca una intervención pictórica de un cuadro por hacerse, en donde creo saber en qué parte estará ubicado lo que debe conservarse, sin ovillos enredados ni cortinas de flores enteladas.

acaso lo siguiente:

dos manzanas tenuemente iluminadas, una cesta de mimbre y un escarabajo de papel glasé.

el hilo colgando de la cesta.  

viernes, 12 de abril de 2024

Lo que sigue sin resolver


Amparado en el murmullo que persiste entre los meandros y las encrucijadas, de aquello que cultivamos en el atardecer de una remembranza, donde el olvido trepa hacia un alto promontorio, solo para observar el plano sesgado de lo que aún cesa sin conciencia.

el recorrido ya trazado, la desazón con sus clavijas exhibiendo el triste laberinto del cual no encontramos salida, el balcón de otro tiempo que ha vuelto a ser pintado, el hilo amarillo que cuelga entre girasoles.

luego la lluvia, con un reflejo de rosas pálidas bajo el sol de mayo, donde parece que la luz se posa sin su sombra en el empedrado de la infancia, como si el mundo fuera a perderse al otro lado de la línea.

ocurre de vez en cuando, estos silencios iridiscentes, alguien que cruza la calle en el mismo momento que alguien abre una ventana, el murmullo de algo que se aleja, las preguntas sin resolver.

viernes, 5 de abril de 2024

El dragón que alguna vez vi

Natalicio Barragán apuró su copita de caña quemada y salió tambaleante. Ya en la calle, repitió el cotidiano milagro de atravesar con distraída placidez la avenida recorrida a esa hora de la noche por autos y colectivos enloquecidos. Y luego, como si caminara sobre la insegura cubierta de un barco en mar gruesa, bajó hacia la Dársena Sur por la calle Brandsen. Al llegar a Pedro de Mendoza, las aguas del Riachuelo, en los lugares en que reflejaba la luz de los barcos, le parecieron teñidas de sangre. Algo le impulsó a levantar los ojos, hasta que vio por encima de los mástiles un monstruo rojizo que abarcaba el cielo hasta la desembocadura del Riachuelo, donde perdía su enorme cola escamada. Se apoyó en la pared de zinc, cerró los párpados y descansó, agitado. Después de unos momentos de turbia reflexión, en que sus ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de desperdicios y yuyos, volvió a abrirlos. Y de nuevo, ahora más nítidamente, vio el dragón cubriendo el firmamento de la madrugada como una furiosa serpiente que llameaba en un abismo de tinta china…

de Abaddón, el exterminador

Alguna vez, me detuve en el comienzo de este libro de Ernesto Sábato, porque me había parecido un sugestivo recurso cinematográfico, la imagen de un borracho que se espantaba al ver un dragón arrojando fuego por las fauces de sus siete cabezas, en las nocturnas calles del Riachuelo de Buenos Aires.

Después de muchos años, al cruzarme con esta fotografía vinculada con el año nuevo chino, volví a releer estos párrafos, y la imagen ya no estaba, ahora era solo un relato, pero yo había visto el dragón…

Me pregunto si tendrá que ver, acaso por lo anacrónico del recurso narrativo, el plano que luego agregué con interrogantes propios, o si pinté en un lienzo gastado, con menos énfasis, un amanecer fulgurante, el que Sábato no tuvo necesidad de ilustrar.

Tal vez no estuve lo suficientemente sobrio.

Anteriormente me había pasado algo similar con una película, la primera impresión agregó destellos y fuegos artificiales que la obra no tenía, los héroes se transformaron en caricaturas, al paso de los años solo quedaron las canciones.

al lugar donde has sido feliz, no deberías volver nunca, dijo Joaquín Sabina.

Me pregunto si algún día volveré a leer Corazón, de Edmundo de Amicis, o Ivanhoe, del escritor escocés Walter Scott -los dos primeros libros de la infancia- porque tuvieron lugar  en un tiempo donde las calles estaban cubiertas de mariposas, en donde había noches que las ranas parecían salpicar tañidos de luz entre los charcos de agua.

esos días acaso perfectos, envueltos en una niebla amarilla, el pasto sin cortar.

viernes, 29 de marzo de 2024

En nombre de aquel Dios

El otro día (hace años), un niño junto a un hombre tocó el timbre de mi casa (que no funciona), para hablarme de Dios, lo hacía repitiendo de memoria lo que el señor que estaba detrás le había inculcado, de nada sirvió que le dijera que no creía en todo eso que estaba diciendo, el niño me preguntó por qué estaba enojado con Dios, fue allí que se hizo un silencio, y sentí enojo no por lo que decía el niño, sino por el hombre que asentía orgulloso lo que su cordero estaba repitiendo sin ningún tipo de razonamiento. Me enojó el lavado de cerebro.

Elegí el silencio y proseguir con mi día, el niño y el hombre se fueron sin mi respuesta, pero me hubiera gustado decirle, que cuando tenga la edad suficiente, lea el Evangelio según Jesucristo que escribió José Saramago, que entienda lo que fue el Concilio de Trento, que estudie lo sucedido en torno a las cruzadas medievales en nombre de aquel dios (como gustaba escribirlo el Nobel portugués), que comprenda cabalmente las atrocidades que se cometieron en nombre de la Iglesia Católica, así como de otras religiones.

En qué se convierte ese niño es un dilema.

La historia sigue su curso, así como la literatura ofrece su amparo.


viernes, 22 de marzo de 2024

Absenta

Voy entrando en un espiral, acaso la noche es esa luz blanca, como un chorro de agua, poblada de tibios sentidos.

los tallos líquidos de las botellas que se abren como árboles, busco un tamiz para poner un terrón de azúcar, evado el humo que gira denso, en los pliegos verdes del fondo lechoso, mientras algo cae sin peso.

un murmuro en el aire (carmín)

la penumbra que declina

                                        algo perpleja.           

no es esta la esfera que parecía pertenecerme

la de los nenúfares

                  como calas que declinan

                                 en un atardecer sin abejas.

soy yo,

el otro,

que ahora bebe,

muy quieto,

silenciosamente callado. 

sábado, 16 de marzo de 2024

El anhelo de lo inabarcable

Hay algo que admito, entremedio de planos que cruzo con frecuencia -desde lo conceptual y lo efímero- que es mi limitada concepción de lo creado. En ocasiones, es más el anhelo por cruzar el plano con ideas nuevas, que tratar de comprenderlas para desde allí tensarlas con otro entendimiento.

Esa segunda naturaleza es ahora mi principal dificultad.

viernes, 8 de marzo de 2024

La idea que aún carece de palabras

 Alguna vez, en la inmediación de una periferia, descubrí no entender el trazado de una elipsis, me interesaba la figura para aplicar un entendimiento en otro plano diferente. Era como ir hacia un concepto concebido desde la filosofía para insertarlo (si cabe el término), a un poema vinculado con un problema, dirimido bajo los parámetros de la crítica literaria. El problema, a su vez, tenía su propia bibliografía no frecuentada en este experimento.

En esa hora temprana, necesitaba prescindir del contexto.

El trazo elíptico habilitaba comprender el bosquejo de ideas desde una imagen fija que representaba un recorrido dinámico. El problema es admitir que uno se queda en la superficie de esa idea, y se pierde la inocencia del entendimiento, propio de toda lectura despojada de influencias. Fue allí donde comprendí la deformación de la escritura, elegir el barro en vez de soslayar las teorías no concurridas, acaso perderse…

Este puente suele desbarrancarse, uno cree muchas cosas, por ejemplo, que algún día habrá que cruzar hasta la otra parte del río, y traer una cuerda, lo suficientemente larga para tensarla de orilla a orilla, y así poder comunicar una idea.

Hacen falta símbolos, un nuevo lenguaje social, en este pretexto que es toda literatura

y aún hoy no tengo el valor de usar una máscara.

sábado, 2 de marzo de 2024

El significado de la verdad

Estuve años dirimiendo el significado de la verdad, abrevando teorías de las cuales trenzaba concepciones antagónicas, que confundían el bosquejo elíptico del recto camino con vuelos de pájaros negros en campos sin labrar.

ahora el sol se desplaza muy lentamente sobre una muralla pintada de blanco, pero el tronco del árbol sigue iluminado, el tronco negro de las hojas de oro.

sabiendo que todo lo que tenemos es una frase que alguien escribió en la polvorienta tierra, segundos antes de irrumpir el viento.

viernes, 23 de febrero de 2024

La improbable vida


Una línea finísima, que se prolonga hasta un banco de niebla, titilando como una nebulosa

playas blancas que parecen brillar en el pasillo, la puerta abierta siempre lejana.

así fue morir en aquel sueño, la vida improbable, los manzanos muy rojos.

Una hilera de caracoles resplandece bajo el crepúsculo.


viernes, 16 de febrero de 2024

La escama de la serpiente

Si todo fuera pasar una escoba para limpiar las calles todos los días, en el mismo lugar, a la misma hora…

si todo fuera dejar una simple calle limpia, sin que nadie que, sin que nadie nada.

en la autopista, cuando voy para el trabajo, ya no miro por el espejo retrovisor

ni me inquietan los pájaros negros posados sobre los puentes rojos.

y entonces (no) me doy cuenta, que si a mi auto lo estuviera viendo desde un lugar muy alto

sería la pequeña escama de una serpiente sin enroscar, sin volverse contra sí misma.

y si en verdad todo eso ocurriese, no nos daríamos cuenta en qué momento la serpiente se vuelve contra sí misma, cerrando el círculo de una inmensa bóveda, donde todo se desplaza -tesitura de la impermanencia- sin que nada sepamos.

viernes, 9 de febrero de 2024

La improbable verdad del universo

Ayer medí la curvatura del espacio con un hilo amarillo, parecía sencillo, pero tuve que tensar el cordel entre una palmera algo inclinada y un farol pintado de rojo carmesí.

Yo estaba en medio del patio, bajo la tenue claridad de una noche de verano.

Me serví un vaso de cerveza, me saqué las sandalias y miré las estrellas en silencio.

Era esa la vida eterna, en medio de la luna llena, dejando huellas en algún desierto.

jueves, 1 de febrero de 2024

Mirando pasar un tren desde un tren

Correr hacia ningún lugar, porque todo lo que va en paralelo avanza a una velocidad que se deforma, en el espejo desgastado de los silencios que se labran bajo la sombra de una sentencia. Una pintura sin marco, la pared como una extensión de un rapto marcado con pedazos de carbón, concebir un hecho artístico con las manos manchadas de negro. Una casa con una viña cubierta de uvas moradas, el sol que se inclina, el amarillo horizonte atravesando las paredes blancas, los verdes loros del día anterior.

Mirando pasar un tren desde un tren, el cielo que orbita raudo entre los cardos violetas, la ventana de enfrente que me refleja con algo de tardanza.

jueves, 25 de enero de 2024

Una canción de Robert Smith

Entro por el sesgo de un aullido metálico, vidrios rotos en la calle ancha, la canción cruza por los charcos sin reflejar su sombra, el golpeteo de una campana de cobre con escobillas negras, una aureola que todo lo barre, como si el humo blanco de una hoguera estuviera contenido en un tanque.

Atardeceres de conversaciones con cigarrillos y vasos de ginebra, ramas de árboles trepando, reptando.

El poster en la habitación, pegado con cinta.

Caminar pisando los cristales, desde esa quejumbrosa pulsión donde escondí mi adolescencia, asomado en medio de la niebla, los labios mal pintados.

sábado, 20 de enero de 2024

El bosque

Atardezco en el declive del atardecer, cruzado por una línea anaranjada muy luminosa, como si pasara el sol por la cerradura de una puerta celeste, la conjetura de una enramada cubierta por el silencio de una curvatura, el temor de atravesar el bosque mientras anochece, acaso por darme cuenta, en lo más profundo de mi atribulada existencia, que la niebla es más real en este páramo, que en mis textos urdidos bajo los tejados de la infancia.